EMOCION VIOLENTA en un caso de doble parricidio .
por Hugo Oscar Leimann Patt
Médico, Doctor en Medicina (por la UBA, Tesis "pasos hacia la Epistemología de la Psiquiatría"), Médico Psiquiatra, actualmente se desempeña como Psiquiatra Forense en la Provincia de Entre Ríos (accedió al cargo previo concurso). Ha disertado en numerosas conferencias en nuestro país y el exterior, es autor de diversos artículos en revistas especializadas y de tres libros entre ellos "CRM un paradigma operacional" de Cockpitstudio, Madrid, 2001.
por Hugo Oscar Leimann Patt
Médico, Doctor en Medicina (por la UBA, Tesis "pasos hacia la Epistemología de la Psiquiatría"), Médico Psiquiatra, actualmente se desempeña como Psiquiatra Forense en la Provincia de Entre Ríos (accedió al cargo previo concurso). Ha disertado en numerosas conferencias en nuestro país y el exterior, es autor de diversos artículos en revistas especializadas y de tres libros entre ellos "CRM un paradigma operacional" de Cockpitstudio, Madrid, 2001.
(el presente trabajo es una adaptación de un dictamen pericial presentado en una causa penal con sentencia firme).
Por razones que quedarán claras en el progreso de la lectura hemos de dividir la exposición de esta pericia en cinco partes: I. Introducción, II. Marco teórico doctrinario sobre el delito pasional y su diferencia con el cometido en estado de emoción violencia. Su aplicación al caso que nos ocupa. III. Estudio psicológico. IV. Desarrollo de los puntos de pericia[1].
En esta publicación sólo se expondrán los dos primeros puntos.
I. INTRODUCCIÓN:
La fuente de todo delito se encuentra en algún defecto
del entendimiento, en algún error del raciocinio
o en algún impulso repentino de las pasiones.
Th. HOBBES[2]
A. Al momento de plantearnos esta pericia nos encontramos con una cuádruple dificultad:
1° El psiquismo del sujeto a quien debimos peritar, supuesto ejecutor de los hechos acontecidos el sábado 03 de julio de 2006 a las 21 horas aproximadamente, se ha visto sometido a diversas intervenciones psicoterapéuticas en ámbito del Consejo Provincial del Menor, lo que necesariamente ha modificado su escenario mental. No estamos ante un “campo virgen” como ocurrió con la intervención de la psicóloga a 10 horas del hecho, según consta a fs 33, o con un “campo casi virgen” (por decirlo de alguna manera gráfica) con la pericia practicada en dos entrevistas realizadas a 8 y 10 días del hecho, a fs 147-149.
Esta dificultad supone que el imputado FAR, durante estos 10 meses ha podido elaborar defensas concientes e inconscientes, ha podido pensar y repensar lo sucedido, ha recibido asistencia especializada para que los pocos y distorcionados recuerdos que tiene de los hechos sean menos dolorosos, etc. etc., lo que necesariamente modifican el cuadro de situación y tornan más compleja esta tarea pericial.
Es esa la misma razón por la cual debimos evaluar a FAR en cinco oportunidades pues su situación psíquica se fue modificando con el tiempo y cada entrevista aportaba datos nuevos no siempre consistentes con los anteriores.
2° En la primera de cinco entrevistas con FAR, quien se presentó lúcido, compuesto, tranquilo, sin síntomas ni signos de afección mental alguna, nos plantea que ni la versión del encapuchado (Hipótesis A) es la verdadera y que tampoco es toda la verdad que él mató a su padre porque este estaba matando a su madre (Hipótesis B). Pero luego se resistió a seguir esa línea argumental y sólo en la cuarta y quinta entrevista volvió a hablar de los hechos, habiendo aflojado sus defensas, habiendo comprendido que no sería juzgado por lo que dijese en este espacio de encuentros periciales. Es allí donde surgen indicios de un tercer escenario que por los “escotomas mnésicos” (“lagunas de la memoria”) no se pudo completar, pero que nos habilita a pensar que podría existir, al menos en su mente, una tercera versión de los hechos (Hipótesis C).
3° Como independientemente de los específicos “puntos de pericia” que pasaremos luego a desarrollar, hay un eje central en estas intervenciones que es la existencia o no de un Trastorno Mental Transitorio o una “emoción violenta” (pues la pericia antes mencionada a fs 147-149 la afirma y el tribunal de alzada a fs 236 la considera), hemos de desarrollar el tema en detalle apelando a la bibliografía pertinente, pues consideramos que, en efecto, sobre ese eje gira nuestra intervención. Y, finalmente,
4° Como es natural algunos de los datos que constan en el expediente son provisorios, es decir no están confirmados, por lo que su consideración será también provisional o hipotética a la hora de basarnos en ellos para evaluar la conducta (elemento semiológico imprescindible para evaluar el psiquismo) de FAR inmediatamente antes, durante y después del hecho que se investiga.
Los párrafos 1° y 4° antes mencionados son fundamentales, pues al analizar el psiquismo de cualquier sujeto se efectúa simultáneamente un análisis “sincrónico”, un corte transversal, actual, presente (en este caso distante 9 meses del hecho criminal); y un análisis “diacrónico”, un corte longitudinal, es decir la historia personal del sujeto, tanto la recordada y aportada por él mismo, como por los elementos que se obtienen de testimonios, datos periciales obrantes en el expediente, etc.
A tal punto es esto trascendente para que esta pericia sea válida, que, por ejemplo, las conductas significativas inmediatamente anteriores, contemporáneas y posteriores al hecho, y su recuerdo, prácticamente “hacen diagnóstico”.
Por ejemplo, respecto de la vaina servida calibre 22 que fue encontrada, según consta a fs 17, en la galería, a varios metros de distancia y fuera del dormitorio donde acontecieron los hechos, es muy diferente la conclusión del análisis de la conducta de FAR si fue él mismo quien la “plantó” allí o accidentalmente alguno de las múltiples personas que entraron a la escena del crimen para auxiliar a las víctimas con zapatos y botas embarradas accidentalmente la transportó adherida a la suela de su calzado. Este elemento conductual podría “hacer diagnóstico”.
El maestro Soler enmarca el contexto teórico de nuestra reflexión: “Para buscar la excusa no debe partirse del estado emocional, sino que debe llegarse a él, comenzando con el análisis de la situación objetiva”[3].
Luego, al haber varios posibles escenarios conductuales hipotéticos, será nuestra tarea cotejar cada uno de ellos con el análisis del “discurso” (de sus elementos tanto formales cuanto prosódicos) de FAR durante las entrevistas, su producción gráfica en los tests y el resultado de los estudios complementarios solicitados, y las “pruebas” y testimonios sumariales, como nos enseñara y ejemplificara con tanta lucidez el maestro Vicente Cabello[4].
La existencia de esta lamentable cuádruple dificultad generadora de incertidumbres requerirá un pormenorizado estudio y la atención a diversas “hipótesis de trabajo” para llegar a la postre a poder desarrollar los puntos de pericia solicitados.
Finalmente, coincidimos con Marianetti en que “el psicólogo criminalista goza, frente al jurista que interpreta la ley, de la ventaja, por una parte de no encontrarse ligado de manera estricta a la ley vigente y, por la otra, de no tener que fijar de antemano, una postura legislativa.”[5] Sacaremos provecho de esa libertad, en bien de la comprensión de las conductas que se le reprochan a FAR y las motivaciones de las mismas, para ayudar a S.S. a administrar justicia.
B. Ante la complejidad del caso que nos ocupa, y ante la solicitud de que ilustremos nuestra pericia mediante bibliografía, corresponde hacer una segunda reflexión introductoria.
En la tesis para el doctorado de la Universidad de Buenos Aires (“Pasos hacia la Epistemología de la Psiquiatría”) de uno de nosotros[6], se sostiene, como en muchos otros autores, que la bibliografía no necesariamente aporta verdades, lo que aporta es ilustración. ¿Quién podría afirmar que las opiniones de Cabello[7] son más acertadas que las de Bonet[8] o Gisbert Calabuig[9] o que la clasificación clínica de Ey et al[10] es más certera que la de Kaplan et al[11]? O, como se suele afirmar, “media biblioteca está a favor y la otra mitad en contra”.
Y ¿quien podría efectuar las contrapruebas de las decenas de investigaciones que en la actual “medicina basada en la evidencia” se desarrollan en el mundo entero?
Aunque las respuestas a esas preguntas sean inevitablemente escépticas, hemos de ser lo más ecuánimes posible en la presentación de referencias bibliográficas para fundamentar nuestras conclusiones periciales del caso que nos ocupa.
Cuando presenciamos el curioso y harto frecuente hecho de dos versiones contrapuestas de una misma observación, se hace necesaria una mínima propedéutica epistemológica. Quizá el primer pensador que hizo sospechar a los investigadores acerca de la ingenuidad y candidez de sus observaciones, fue E. Kant (Kant 1840)[12] en su Crítica a la Razón Pura. Allí decía este pensador que si bien, cronológicamente, ningún conocimiento precede en nosotros a la experiencia, ello no prueba que aquel derive totalmente de ésta, ya que podría ser que el conocimiento sea un compuesto formado por las impresiones sensibles y nuestra propia particular capacidad de conocer. Unos 120 años después Ferdinand Gonseth, del otro lado del Danubio, enfatizaba el segundo aspecto en el sentido de que nuestros conocimientos no son nunca una simple huella de lo existente, son más bien una “aproximación esquemática”. La “esquematización” es el acto fundador del conocimiento. El conocimiento sería a la realidad lo que un mapa es al terreno cartografiado. Este avance importante pone en claro dos aspectos: por un lado el “mapa” lleva siempre la marca subjetiva del autor, y en segundo lugar el conocimiento no es la realidad misma, sino una representación de ella. Los filósofos comienzan a dar forma moderna al relativismo cognitivo, ya no habrá verdades absolutas.
Es decir, estamos nada menos que ante la justificación filosófica del disenso en cualquier ámbito del pensamiento.
Algunos pensadores como Castilla del Pino (1977)[13] avanzaron un paso más. Castilla planteó que más que ver la realidad, vemos en la realidad de acuerdo a nuestras fijaciones y negaciones, por lo que nuestra visión de la realidad está siempre, necesariamente, distorsionada porque no podemos desposeernos de los afectos (amor u odio) que nos inspiran los objetos de la misma.
Este es el marco conceptual en el que habría que inscribir la intención de comprender la conducta aberrante de FAR.
En estos “choques de paradigmas” (Thomas Khun, 1969)[14] pasan a primer plano aspectos que anteriormente no eran vistos o apreciados. Ocurre algo así como un desplazamiento de la problemática advertida e investigada y un cambio consecuente en las reglas de la práctica científica. El nuevo paradigma abarca nuevos problemas, especialmente los que antes eran apreciados como secundarios o simplemente descartados, tales como aspectos contextuales, morales, sociales, culturales; sin abandonar el rol de los factores biológicos e intrapsíquicos.
Por otro lado, hay una carencia básica en psico(pato)logía que son los criterios de objetivación. Incluso con uno de los aspectos más puntuales y aparentemente sencillos, como es la inteligencia o el “coeficiente de inteligencia”, es difícil salir del “mito de la inteligencia” de Liungman, es decir, se acaba por entender “inteligencia” como aquello que miden los tests diseñados para medir la “inteligencia”... (Wechsler, Dominós, Terman-Merrill, etc.). Las dificultades se multiplican cuando entramos en temas más complejos del psiquismo humano.
En definitiva la ciencia (la psicología o la psicopatología), en palabras de Popper[15] y Kuhn[16], no es más que un cúmulo de hipótesis conjeturales y contingentes, que nos son útiles en la medida que nos explican adecuadamente ciertos fenómenos. Sólo hipótesis, como decía Virchow, el criterio de autoridad es el principal enemigo de la ciencia.
Por ese motivo vamos a recorrer la bibliografía con un sano escepticismo, la Medicina y la Psicología siguen siendo más arte que ciencia, y las certezas, que reemplazan el pensamiento crítico, suelen, en palabras del epistemólogo Castilla del Pino[17], “no ser más que la mera manipulación de dogmas”.
C. Finalmente, una observación no menos trascendente, ya que los autores en los que basamos nuestros estudios publicaron sus tratados hace varias décadas.
La psicopatología y la psicología “normal” varían con el transcurrir del tiempo y los cambios culturales. En la actualidad abundan las crisis de pánico y la bulimia/ anorexia, patologías que ni existían hace algunas décadas. La depresión ha desplazado a la histeria de conversión en las estadísticas de hace un siglo.
Cada cultura presenta psicopatologías propias, vinculadas a los modelos e influencias culturales que ofrecen los “medios masivos” (en especial la TV en nuestro tiempo).
Los niños y adolescentes, en plena etapa de formación de sus personalidades suelen quedar atrapados en estas redes socio-psicológicas sin opción a elegir. No abundaba la anorexia cuando el modelo popularizado del cuerpo femenino era el que muestran las pinturas renacentistas, hoy en cambio, hay que poner límites de “masa corporal” (índice del peso de una persona en relación con su altura) en los certámenes de “modelos” ante el inaudito fenómeno de “modelos” que enferman y mueren de anorexia.
La violencia callejera y la sensación de inseguridad (amplificada por el TV) dio origen a los ataques de pánico. Enfermedad casi desconocida hasta no hace más de cuatro décadas.
Del mismo modo la violencia social y familiar se han instalado y crecen. Los juegos de nuestros niños y adolescentes ya no son las “canicas” de hasta hace tres décadas, donde lo más agresivo era el “bolón” de acero de algún viejo “rulemán”. Hoy en los ciberjuegos los chicos prefieren el “Counter-Strike” donde se trata de matar gente, elegir armas, municiones y estrategias para ganar más puntos.
Los hijos de hogares violentos son víctimas de diversos trastornos aún no clasificados pero que tienen en común el desprecio de la vida, propia y ajena. De allí los suicidios adolescentes y los homicidios masivos que no dejan de sorprendernos.
Este fenómeno genera al menos dos consecuencias: 1. Las víctimas de la violencia pueden eventualmente transformarse en “victimarios” (suicidas/homicidas); 2. Las “formas clínicas” de la denominada “emoción violenta” podría variar en personalidades habituadas a convivir con la violencia real o percibida y/o soportar la violencia familiar desde niños.
Este tema en pleno desarrollo teórico está generando mucha bibliografía en la cual no hemos de entrar por razones de tiempo.
D. Como la Psicología y la Psiquiatría son dos disciplinas complementarias pero cada una con sus especificidades. Este pormenorizado estudio pericial, tendrá consideraciones previas desde ambas disciplinas para luego llegar conjuntamente al desarrollo de los puntos de pericia. Lo efectuamos de esta manera en la inteligencia que de esta manera aportamos la mayor gama posible de elementos conceptuales en procura de asistir a S.S. en la administración de justicia.
II. MARCO TEORICO DOCTRINARIO SOBRE EL DELITO PASIONAL Y SU DIFERENCIA CON EL COMETIDO EN ESTADO DE EMOCIÓN VIOLENTA. SU APLICACIÓN AL CASO QUE NOS OCUPA.
“Mi padre era un perro” (repite FAR).
Como dice Marianetti[18] citando a Vicente P. Cabello quien a su vez cita a Peña Guzmán, la emoción violenta reviste un marcado interés forense, pues, en la emergencia delictiva, el ímpetu exacerbado de los afectos, entra en agudo y dramático conflicto con la ley.
En el enfoque integral de la tarea psiquiátrico-forense, necesitan conjugarse dos metodologías distintas orientadas hacia un mismo objetivo, cual es el estudio de un momento de la vida afectiva y volitiva de un individuo, unificando la tarea valorativa del jurista y la comprensiva del psicólogo.
Antes de adentrarnos en el análisis de los conceptos del catedrático Vicente Cabello[19] y otros autores, aclaremos un dato inicial: traemos a colación este tema pues coincidimos con el autor citado en que el odio es una pasión, y muy diferentes son las conductas criminales a las que lleva esa pasión, en contraposición a lo que acontece bajo la “emoción violenta”, por otro lado somos plenamente conscientes de las dificultades que este terreno presenta para el análisis tanto jurídico como psicopatológico, como señalan tanto Cabello[20] como Marianetti[21] y Bonnet[22].
Pero, por otro lado, estas alteraciones de la vida afectiva de FAR, en relación a sus progenitores, necesariamente, están presentes, como en todo ser humano desde el hipotético parricidio primordial de la horda primitiva, que según uno de los más renombrados estudiosos del alma humana, S. Freud[23] fue, y simbólicamente sigue siendo, el fenómeno que condujo al establecimiento de los pactos sociales elementales, tales como la prohibición del incesto, que consistentemente ha sido luego comprobado por antropólogos de la talla de Levi Strauss[24] en casi todas las culturas y civilizaciones del mundo. De hecho, precisamente para Freud, la cultura es una sofocación, una atadura que el hombre aplica sobre sus propios instintos naturales[25]. Es decir tenemos cultura para dominar al homo homini lupus de Hobbes.
Y FAR se cría, desarrolla su personalidad y forja su carácter en un contexto familiar disfuncional que en los últimos meses puso sus sentimientos al límite al punto que decidió pasar las semanas y continuar sus estudios en otra localidad y estar con sus padres lo mínimo posible, los fines de semana. La violencia familiar verbal y psicológica a la que el propio FAR y los testigos más calificados aluden en autos, sumado a la convivencia con la hermanita afectada de “autismo infantil”, enfermedad psicótica que suelen terminar por “enfermar” de una u otra manera a quienes conviven en ese contexto familiar, repercutieron de una manera singular y catastrófica en el temperamento de FAR. Él mismo es víctima del drama en el cual, al final, resulta ser el victimario. “Me pudrieron la cabeza” solía repetir en las últimas entrevistas. Paradojas de un drama social mucho más amplio y complejo del que podríamos abarcar en esta pericia.
Por ello, como refiere Peña Guzmán[26] “para emitir un juicio de valor de esta(s) conducta(s) sometida(s) a connotaciones tan particulares ha de penetrarse en los sentimientos más profundos y ocultos del hombre, guiados por la mano de otra ciencia que es la psicopatología.”
“Con estas pocas palabras Peña Guzmán deja bien planificado el análisis de esta figura en su doble aspecto: psicológico y jurídico” dice Vicente Cabello[27]. Y a continuación plantea que “para una visión integral” se requeriría evaluar:
1) Concepto de emoción desde el punto de vista psicodinámico
2) Teleología de la emoción
3) Esquema estructural psicológico
4) Bases neurofisiológicas: experiencia emotiva, expresión emotiva.
5) Grados de emoción: comportamiento neurofisiológico.
6) Sintomatología: pautas diagnósticas.
7) Etiología
8) Emoción y pasión
9) Emoción violenta patológica; amnesia, su diagnóstico
10) La constitución hiperemotiva, pruebas farmacodinámicas
11) Reacciones diferidas
12) Aspecto jurídico penal
13) Las circunstancias excusantes
Sólo hemos de adentrarnos en algunos de estos puntos, los que consideramos necesarios a los efectos mencionados en la Introducción y vincularemos algunos de esos conceptos con las hipótesis que surgen de esta pericia.
1. ESTRUCTURA PSICODINÁMICA DE LAS EMOCIONES
Siempre que un organismo se encuentra en una situación crítica, amenaza, peligro, agresión, etc. responde provocando un acopio de energía, la que luego se libera bajo la forma de un impulso.
Con Peña Guzmán podemos calificar de violenta a una emoción, cuando el movimiento afectivo provisto de una fuerte carga tensional, altera el equilibrio psicodinámico y por ende la conducta[28].
2. TELEOLOGÍA DE LOS ESTADOS EMOCIONALES
“La emoción violenta debe considerarse como una variedad adaptativa de que se vale el organismo para prever, evitar y suprimir las causas deletéreas que afectan su integridad corporal y espiritual, pero que adquieren cierto carácter de apremio o de urgencia. Es un “llamado a las armas”, a las fuerzas defensivas, sin rehuir desde luego el ataque o la huida. La movilización de las defensas promovidas por la conmoción emocional tiene la misión de concertar toda la energía disponible”[29].
Veremos más adelante que en este punto: la teleología de la conducta delictiva, la diferencia entre emoción y pasión (odio) es sustancial.
3. LOS ELEMENTOS PSICOLÓGICOS FUNDAMENTALES DE LA EMOCION VIOLENTA
La emoción violenta surge por efecto de un estímulo provocador de un estado psicológico en el cual los frenos inhibitorios están paralizados, y el sujeto actúa sin el completo dominio de su conciencia. Como consecuencia de ese descontrol, esa conmoción se traduce en un estado de furor, ira, irritación, dolor miedo, etc.
La causa de la atenuación radica en la influencia perniciosa de la reacción emocional que disminuyó, debilitó o relajó los frenos inhibitorios del autor. Para C. Fontán Balestra sólo esa violencia emotiva es capaz de producir un efecto paralizador de los frenos inhibitorios en un hombre normal, debiendo tomarse en cuenta particularmente, la aptitud del estimulo desencadenante, más o menos inmediato a la reacción, en relación con la personalidad del autor.
Bajo este título y apelando al Sistema de la Estructura Caracterológica de Edward, cita de Mezger, (Criminología, p.102ss), Cabello[30] sostiene que “...en la emoción violenta, la regulación armónica de los elementos psicológicos se altera a consecuencia de tres factores:
a) Representación mental súbita, sorpresiva de una situación desvaliosa o valiosa.
b) Conmoción afectiva intensa.
c) Respuesta psicomotora.
A lo que debe sumarse:
d) Marcada exaltación de los afectos,
e) inhibición de las funciones intelectuales superiores y
f) predominio de la actividad automática y neurovegetativa
Estos seis elementos están presentes con diverso grado de jerarquía en ambos tipos de conductas delictivas en consideración.
4. ALCANCE CONCEPTUAL DEL VOCABLO “EMOCION VIOLENTA”
Cabello[31] afirma: “La primera exigencia de la ley es clara y precisa; restringe su contenido nada más que a la emoción violenta, ni la emoción simple ni la pasión, ni otros sentimientos parecidos caben dentro del término; si la violencia de la emoción no se da, la instancia valorativa carece de sentido, queda suspendida.
Dos circunstancias se oponen a la homologación de los términos emoción y pasión: (1.) la estricta terminología de la ley que no admite interpretaciones cuando menciona emoción violenta, y (2.) la posibilidad cierta de establecer un diagnóstico diferencial –basado en la sintomatología clínica-, entre pasión que estructuralmente es un desarrollo y la emoción violenta que es una reacción.
Esta diferencia nos parece fundamental al momento de intentar inteligir lo acontecido en la mente de FAR. Lo veremos en detalle más adelante. Pero adelantemos un dato primario: emoción y pasión, reacción y desarrollo suelen no estar divorciados.
Como coincidimos con Cabello[32] en la tesis diferenciativa, somos conscientes de los fundamentos consignados que nutren esencialmente el concepto científico de emoción: “En consonancia con la bipolaridad de los afectos, la pasión en su dinamismo ofrece un anverso y un reverso: anverso si todo favorece su natural desarrollo, proporcionando un sentimiento placentero; reverso, si un obstáculo se opone a la realización de sus designios, aflorando entonces sentimientos de orden contrario, dolor, sufrimiento, odio, despecho, ira, rencor, etc, fase que mayor interés ofrece al derecho penal por ser eminentemente delictiva.”
5. ANÁLISIS COMPARATIVO DE LA PASIÓN Y LA EMOCIÓN
Para Marianetti “La pasión es un sentimiento profundo, constante y fuerte, que abarca totalmente al individuo y somete la dirección fundamental de sus pensamientos y de sus actos.”[33] La pasión es un estado de conciencia caracterizado por la persistencia del sentimiento preponderante, mientras que la emoción es un raptus de violenta eclosión explosiva.[34]
Aquí vamos a obviar el criterio diferenciativo llamado por Cabello “esencial” por dos razones, primero porque es demasiado técnico como para que sea de utilidad en este escrito, algo así como explicar cómo se produce el grafismo “Complejo QRS” de despolarización del miocardio en un electrocardiograma; y en segundo lugar porque Cabello adhiere a uno de los enfoques en vigencia, el neurobiológico. Hay otros paradigmas que, epistemológicamente, entran en colisión como el psicoanalítico por ejemplo, es decir siempre dependemos del “esquema conceptual apriorístico”[35] [36] como quedó claro en la introducción.
Lo antes dicho, quedará claramente ejemplificado cuando en el capítulo siguiente se explique el concepto de “pasaje al acto”.
6. CRITERIO NOTATIVO QUE DIFERENCIA LA PASIÓN DE LA EMOCION[37]
Abarca por lo menos 5 propiedades relevantes, a saber:
a) Temporalidad
b) Teleología
c) Referencia dinámica
d) Intensidad
e) Estructura psicológica
Se desarrollaran parcialmente estos y otros ítems.
a) TEMPORALIDAD[38]:
“La temporalidad nos parece fundamental para no homologar aún jurídicamente la pasión y la emoción: la pasión se cuenta por años, la emoción por minutos u horas.”
b) FUNCION TELEOLOGICA[39]:
Es lo que en lenguaje coloquial llamamos “motivación” o “móvil”.
“La pasión demanda intereses prospectivos que se cumplen con la intervención de dos requisitos indispensables: una concentración psíquica más o menos continua consustanciada con la personalidad, y una elaboración mental a favor de objetivos mediatizados y preestablecidos.
Por el contrario, la emoción conforma todo un mecanismo de emergencia urgentemente organizado para salvaguardar los bienes materiales y espirituales de un hombre expuestos a un riesgo inminente. Este mecanismo se arma siempre de manera similar, acudiendo a los mismos resortes biológicos.
Con estos conceptos teóricos y con la conciencia de las consideraciones expuestas en la Introducción, ya podemos sopesar las hipótesis en cuestión.
Si consideramos la existencia de la hipótesis que hemos denominado A, asociada al testimonio de la maestra que dos días antes lo vio ajeno a la clase, “raro” (fs 133 y 133vta), y al extraño proceder de tomar una bala del cargador del rifle para hacer un collar horas antes del episodio, y luego besar esa misma bala (ver fs 76) en casa de una tía, horas después del hecho, este conjunto de conductas hipotéticamente conectadas nos llevan a suponer una alteración psicopatológica, de corte psicótico, por lo “bizarro” de las mismas, las que tendrían sus raíces en el odio (una pasión), que generó una especie de “rumiación” de la idea de parricidio, pero que probablemente nunca habría acontecido sin los factores desencadenantes de esa noche fatídica. Salvo que se trate de hechos aislados, casuales y desconectados entre sí, pero que se “encadenan” como consecuencia del desenlace violento.
El hartazgo y el odio generado por las violentas acusaciones y discusiones de sus progenitores y el temor a la violencia paterna disparada por la amenaza reiterada por el padre “algún día van a amanecer todos degollados como chanchos” fue el caldo de cultivo, la condición previa, necesaria pero no suficiente, en el marco de la cual debemos intentar comprender la hipotética conducta homicida de FAR quien reitera “me pudrieron la cabeza”.
c) ESTRUCTURA PSICOLÓGICA
“La prevalencia de lo afectivo en la emoción violenta se define por sí solo; las otras dos esferas, la intelectual y la volitiva, desempeñan un papel accesorio, de espectador, sin que la dinámica sea propicia para entablar una lucha de contención contra el aluvión psicomotor que por su intensidad domina todo el terreno”.
Esta aseveración de Cabello es aplicable a cualquiera de las hipótesis.
d) SIMIL HIDRÁULICO
“Aunque ubicuo, el símil hidráulico es bien ilustrativo, pues no tiene en cuenta la intensidad sino la manera en cómo actúa la energía psíquica: “la emoción es agua que rebalsa un dique mientras que la pasión es un torrente que cava más y más profundamente su propio lecho”.
En la Hipótesis B, “mata al padre que estaba matando a la madre”, es probable que FAR haya actuado impulsado por un factor desencadenante. El “dique” (o el vaso) estaba lleno, faltó una “gota” para hacerlo rebalsar.
Pero es la “pasión contenida” la que generó la profundidad del lecho de ese torrente de conductas delictivas. De no haber existido tanta “pasión” podría haber intervenido en la discusión de sus padres en el dormitorio y detenido la discusión, ya tenía edad y autoridad para hacerlo, y de hecho lo había intentado varias veces, según refirió, pero no, la pasión lo habría arrastrado en su torrente tumultuoso a una acción que comienza por la habitual discusión de los padres, y al escuchar golpes entra el dormitorio y es allí cuando se habrían puesto en marcha mecanismos psíquicos diversos. Primero con cierta conciencia habría tomado el rifle y matado al padre con un certero disparo para lo cual tenía práctica suficiente, porque aquel habría estaba matando a golpes a su madre, pero luego, en pleno arrebato suicida, habría perdido el control y golpeado también a su madre quizás ya en el piso por los golpes (puntapies y golpes de puños) recibidos presuntamente por su padre, con tanta violencia que en su caída habría pegado contra la ventana la cual se “descalzó”.
Este desenlace, la tercera hipótesis que FAR no logra recordar ni verbalizar sino sólo dar indicios, podría ser una manifestación de la enajenación mental transitoria en la que se encontraba.
La psicóloga que a 10 horas del hecho tiene la privilegiada posibilidad de entrevistar a FAR, menciona el quiebre que observa entre el “yo” de FAR y la realidad. Una verdadera “crisis psicótica” (fs 33) del tipo descripto por Bonhoeffer y otros (vide infra)
7. LA ACTITUD DIALÉCTICA Y LA PROSPECCIÓN VOLITIVA SUSTRAEN LA PASIÓN DE UNA ESTRICTA DEPENDENCIA DE LOS SENTIMIENTOS.
“He aquí un fenómeno interesante, sigue Cabello[40], que involucra tres secuencias y un desenlace jurídico-penal. El juicio y la crítica componentes psicológicos del fenómeno pasional capacitan la valoración de su contenido y consecuencias, constituyéndose en tribunal superior del “yo” consciente. Si acaso ante este tribunal resulta la pasión descalificada, la voluntad llamada a intervenir, trata de reprimir o desviar dichos sentimientos entablándose una lucha interna que sumerge al sujeto en un penoso conflicto anímico conocido desde Clerembault como “tormento psicológico”, en el que casi nunca triunfa la razón sobre el instinto.”
En esa tensión, en ese tormento, si nos mantenemos en el plano hipotético, en este estado lo habría visto la profesora Guerra dos días antes del desenlace. FAR habría escuchado demasiadas veces de boca de su padre “a estos gringos habría que degollarlos como a los chanchos” (fs 69 vta) en uno de sus arrebatos verbales.
Plausiblemente también escuchó otras exageraciones tremendas que pudo haber vivenciado como amenazas de muerte de parte de su propio padre. También de este escuchó la acusación de “diabla” a su esposa, aludiendo a que la madre de FAR “andaba con otros hombres”. Plausiblemente FAR se habría debatido en la duda acerca de la veracidad de dicha acusación. En una de las entrevistas así lo manifestó.
Tal era el grado de desacople entre la realidad y la representación de la realidad que se vivía en esa familia.
Un adolescente en plena etapa de “despegue” psicológico, de necesidad de “des-identificarse” de la imagen paterna para adquirir su propia identidad, pero aún no habiendo culminado ese proceso, es probable que haya tomado como suyas esas acusaciones. Ese podría haber sido un componente adicional que profundizaba su “tensión”, su tormento psicológico, que alimentaba su “pasión”, que lo acercaba al límite, al punto de no retorno, sólo faltaba la “gota para derramar el vaso” y estaríamos en presencia de la Hipótesis C, la que FAR no puede verbalizar.
8. RELACION ENTRE LA PASIÓN Y LA EMOCION VIOLENTA EN LA PSICOGENESIS DELICTIVA[41]
“El problema que ahora se plantea consiste en investigar si la pasión en ausencia del factor estímulo, por sí sola, es capaz de provocar una situación psicológica asimilable a la de la emoción violenta. Los que dan por afirmativa la respuesta argumentan que la pasión por su desarrollo perseverante, en la potencia creciente de su incubación llega a un “climax” en que la situación subjetiva es similar al del “raptus” emocional instantáneo.
O como dice Peña Guzmán[42], la reacción del emotivo es rápida, incontrolada, violenta. Cuando la conmoción del ánimo impulsa al actor a la acción, el agente obra dominado por sus propósitos de herir o matar. Y lo hace con ira mezclada de dolor, como una reacción de descarga de tanta tensión quiere dañar al otro, sin importarle cómo se encuentre.
9. LA “ALERGIA SENSITIVA”.
Cabe preguntarse porqué algunos hijos reaccionan y “explotan” frente a la violencia familiar mientras que otros huyen, o reaccionan a modo de una “implosión” ya sea con afecciones psicosomáticas, pobre rendimiento escolar, o lo que es más frecuente, conductas autolesivas, desde los excesos y adicciones al alcohol y estupefacientes hasta intentos de suicidio.
La respuesta, didáctica como siempre, la aporta Cabello: “La concepción relativista se encuentra aquí ampliamente confirmada. La capacidad de adaptación del hombre tanto consigo mismo como con el ámbito circundante tiene sus límites. Pero sin llegar a esos extremos la reiteración de estímulos desagradables, nocivos, dañosos para el equilibrio psíquico, más bien que sumar aritméticamente sus efectos, dejan un residuo subconsciente que baja paulatinamente el umbral de tolerancia o sensibiliza al organismo según un proceso de anafilaxia (“alergia”) que biológicamente consiste en una reacción en forma de accidente generalizado y a la manera de un shock que aparece ocasionalmente en un hombre tras repetidos contactos con ciertos estímulos llamados antígenos. Pues bien, los “antígenos psicológicos” traen una hipersensibilidad de tal magnitud que basta una pequeña dosis de dicho antígeno para despertar una gran reacción cuyos signos y síntomas –en nuestro caso de tipo emotivo- no se desarrollarían en los demás individuos quienes no hicieron el proceso de hipersensibilización.
“En pocas palabras, las motivaciones que en el nivel biológico hemos llamado antígenos, inmunizan a ciertas personas y a otras les produce alergia. Una esposa “alergizada” a los vejámenes de su marido puede reaccionar matándolo, sólo al impulso de una mínima agresión que para otro caso y para otra persona sería un acontecimiento vano, desprovisto de trascendencia”[43].
10. CRISIS PSICÓTICA
En nuestro caso, los “alergenos psicológicos” de la violencia y la “locura familiar” actuando durante años pero con más intensidad en las últimas semanas previas al hecho, podrían haber hipersensibilizado a FAR (“me pudrieron la cabeza”, dice), provisto de un temperamento y una “personalidad de acción”[44] [45], al punto de llevarlo a una crisis psicótica, a un episodio de enajenación mental, una crisis oniroide (similar a un sueño diurno o ensueño), una reacción psicótica breve[46] en la que se mezclan –como en los sueños- partes de la realidad vivida recientemente con partes irracionales, provenientes de las profundidades insondables de una mente perturbada.
Marianetti lo denomina “pasión impura”[47], que esencialmente sería una “vivencia antisocial colérica, de odio, venganza, envidia, resentimiento, celos hacia las personas o las cosas. Puede ser, a su vez, no psicótica (a base de ideas sobrevaloradas)[48], además de la psicosis reactiva breve de Bonhoeffer (ya mencionada). Marianetti también menciona las Psicosis Pasionales de Claude, Psicosis Pasional sin delirio de Heuyer.[49]
Agrega a continuación “Los estados psicóticos (o Desarrollos Delirantes), también se conocen como Estado Pasional patológico de Kraft-Ebing, Estado Pasional con Delirio de Heuyer y Delirios Pasionales de De Clerambault.
En cuanto a sus variedades, puede decirse que, como pasión pura o verdadera sólo existe en teoría puesto que la idea delirante es incompatible con un juicio crítico adecuado en lo abstracto y concreto con la realidad y porque siempre, en sus modos de manifestarse es maligna y potencialmente agresiva. Tanta pasión desenfrenada quizás pueda ser descripta con más propiedad por el poeta. Goethe lo expresa a su modo: el hombre se ve forzado a revolcarse en el lecho de Procusto de su existir histórico.
11. PSICOSIS CONFUSO ONÍRICA
El capítulo VII de su libro “Psicopatología Forense”[50], el Prof. Betta lo dedica a este tema. Dice “la confusión mental es un estado de alineación mental que puede presentar distintos grados de debilitación de la autonomía psíquica, según los grados de intensidad de la obnubilación de la conciencia. Estos diferentes niveles se extienden desde la leve torpeza sensitiva, hasta la completa suspensión de la actividad mental”[51].
“Otra circunstancia importante a tener en cuenta, es que la confusión mental es un estado de alienación transitorio”[52].
Clasifica Betta cuatro estados de confusión, la confusión mental simple, la confusión mental agitada, la confusión mental estuporosa y la forma denominada “onírica”, descriptos por Regis ya en 1894[53], se trata de “delirios de ensueño” y luego “delirio onírico”.
En el estado confusional onírico, como el nombre lo indica, al igual que en los sueños, se entremezclan vivencias vividas en estado de vigilia, con contenidos profundos del inconsciente, imágenes absurdas, etc. Las conductas alienadas en este estado confusional onírico pueden responder a una amalgama de ideas o vivencias previas con reacciones suscitadas por la situación del momento que provoca la crisis psicótica (pues se trata de un estado de enajenación mental). En el plano de las hipótesis, se podría encuadrar el caótico accionar de FAR en los hechos que nos convocan, como un episodio de “confusión onírica” desencadenado por la enésima crisis matrimonial violenta de sus padres, en el que se podrían mezclar en forma caótica como en un sueño, el odio hacia su padre y el hartazgo por esa situación de violencia psicológica interminable.
12. TRASTORNO PSICÓTICO BREVE
La cuarta edición del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders[54] (DSM-IV) incluye bajo este título a una psicosis breve que “puede desarrollarse en respuesta a un grave factor estresante psicosocial o a un grupo de factores”.[55]
El concepto comenzó a gestarse en 1913 por parte de Karl Jaspers quien reclamaba como factores causales la presencia objetivable de un factor estresante altamente traumático, una relación temporal estrecha entre este y el desarrollo de la crisis psicótica y un curso generalmente benigno del episodio psicótico[56].
Sobre los factores causales y la etiología de esta afección el DSM-IV menciona las teorías psicodinámicas, que sugieren que los síntomas psicóticos son una defensa contra una fantasía prohibida, la realización de un deseo, o la huida de una situación psicosocial específica.”[57] Este párrafo lo hemos destacado porque la fantasía incestuosa edípica no está lejos de este drama que termina en parricidio. Tampoco está lejos la necesidad de huir de una situación psicosocial insoportable (la dramática familiar ya descripta).
En cuanto a los síntomas, el DSM-IV, refiere que normalmente es de inicio abrupto, y que debe presentar al menos un síntoma psicótico “mayor”, pero no siempre incluye el patrón sintomático completo que se observa en la esquizofrenia[58], vale decir puede no presentar alucinaciones, delirios, pero sí por ejemplo, desrealización, disociación de la conciencia, automatismos mentales, etc. Es decir, excitación psicomotriz sin desarrollo de angustia, un principio de ruptura entre el yo y la realidad como mecanismo defensivo respecto al hecho que culmina con la muerte de sus padres... una crisis psicótica.
Esta descripción podría ser el núcleo teórico de la observación de la psicóloga que ve a FAR en un momento privilegiado, a las 10 horas de acontecidos los hechos (fs 32 y 33).
13. EPILEPSIA DEL LÓBULO TEMPORAL
Esta afección no se ha podido descartar por la imposibilidad de efectuar un completo estudio complementario (Mapeo Cerebral). Los rasgos epileptoides de personalidad, si bien insinuados, no permiten hacer diagnóstico. El EEG normal que fue realizado en Paraná, en principio descarta una epilepsia del lóbulo temporal del cerebro, aunque un porcentaje variable de aproximadamente 14,1% de pacientes con algún tipo de epilepsia presentan EEG normales[59].
El gran escollo es la determinación de las epilepsias sólo por el EEG, puesto de manifiesto por una estadística de Marsan y Zivin[60] quienes comprobaron que, sobre 1825 EEG de 308 pacientes epilépticos, sólo el 55,5% fue positivo la primera vez.
14. TRASTORNO MENTAL TRANSITORIO
Tanto Cabello en Argentina, como Lopez Ibor y Jiménez de Asúa en España o Herniquez en Cuba, entre otros, han desarrollado este tema. Los diversos cuadros nosológicos antes mencionados encajan perfectamente en esta denominación genérica, que, “puede durar minutos, horas y muy raramente días... y además tendría la misma estructura que la enajenación”.[61] No todos los autores antes mencionados aprueban esta amplia y vaga denominación, que es aplicable, a nuestro juicio, cuando no es encuadrable el cuadro psicopatológico en ninguno de las entidades nosográficas antes descriptas.
CRITERIOS QUE DEFINEN LA CRIMINALIDAD Y LA DELINCUENCIA PATOLÓGICA.
Seguiremos en este acápite a Ey, Bernard y Brisset[62].
“Para establecer la forma patológica de la personalidad del delincuente incriminado no debe hacerse referencia a un sistema de entidades nosográficas sino al análisis estructural de las psicosis: Las demencias, las neurosis, y los estados de desequilibrio psíquico. Se comprende fácilmente que a menudo el problema es difícil de resolver, particularmente con referencia a las formas de impulsividad o de agresividad de las personalidades psicopáticas o de los caracterópatas; pero si el problema de lo patológico es el fundamento mismo de la peritación psiquiátrica, también es evidente que implica matices y grados que sólo el análisis concreto de los casos permite resolver, ya que en términos generales el problema se pierde en abismos de perplejidad y ambigüedad”[63].
Para Cesare Lombroso el asesino (a diferencia del violador) tendría cráneo estrecho, mandíbulas alargadas, y pómulos salientes. Pero los conocimientos científicos evolucionaron. Ya para E. Ferri, hacia finales del Siglo XIX los factores antropológicos estaban asociados a los psicosociales, llegando a señalar que “el homicidio está psicológicamente ligado al suicidio”... “desde entonces la criminología tuvo como único objeto el crimen formando cuerpo con el criminal y a este último formando cuerpo con el conjunto de las condiciones psicológicas y sociales de la personalidad”[64]
La “sociocriminogénesis” desde E. Sutherland (1934) redujo la importancia de la herencia “lombrosiana”, proponiendo un modelo cultural del “condicionamiento” criminal. Ese sentido psicocriminogenético centró su interés en la personalidad del criminal.
La concepción de “situación precriminal” (Kimberg, 1960) puede ser emparentada con esta “sociodinamia”. Según los autores las obras de F. Alexander y H. Staub son capitales a este respecto quienes al igual que Freud, Steckel, Reich o Karviner, incorporan al análisis de la personalidad del criminal las categorías que fue incorporando la psicología contemporánea: culpabilidad, autopunición, complejo de Edipo, agresividad y pulsión de muerte, “pasaje al acto”, etc. Desde entonces, se profundizó en esta psicodinamia inconsciente de la psico-criminogénesis (Lagache 1950 en Francia y más recientemente R. Herren[65] en Alemania, 1963). Esta perspectiva no sólo indaga la psicogénesis del acto criminal sino también las relaciones que ligan al criminal con su víctima (“victimología”).[66]
Este abanico de posibilidades es el que debemos considerar a la hora de evaluar la probable descompensación psicótica de la personalidad de FAR.
Pero hay otra vertiente, la psico-dinámica, y dentro de ella, la entidad llamada “pasaje al acto” en personalidades con baja tolerancia a la frustración, que aparece como la hipótesis más verosímil.
De ese y otros temas trata el siguiente acápite de esta pericia.
En todos los casos, hay un factor común: nunca falta el estímulo desencadenante externo.
[1] Los items I y II pertenecen al Dr. Leimann Patt.
[2] Hobbes Th. Leviatán.
[3] Citado por Marianetti José Enrique. Emoción Violenta, interrelaciones psiquiátrico-psicológico-jurídicas. Ediciones Jurídicas Cuyo. 3° Edición. 2005. Mendoza. p. 246.
[4] Cabello Vicente, Psicopatología Forense (2 Vols), Buenos Aires, Hammurabi, 1995
[5] Marianetti op cit p. 231
[6] Leimann Patt, Hugo Oscar “Pasos hacia la epistemología de la psiquiatría” Tesis de Doctorado. Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Biblioteca de Graduados. 1984.
[7] Cabello Op cit.
[8] Bonnet. Psicopatología Forense (2 Vols.). Buenos Aires, Ed. Científico-Técnica. 1988.
[9] Gisbert Calabuig. Medicina Legal. Ed. Masson. Barcelona, 1998.
[10] Ey H., Bernard P., Brisset Ch. Tratado de Psiquiatría. 7ma. Ed. Toray Masson, Barcelona, 1975.
[11] Kaplan H:I., Sadock B. J., Grebb J.A.: Sinopsis de Psiquiatría, Séptima Edición, Editorial Médica Panamericana, Buenos Aires.
[12] Kant E. (1940) Crítica a la Razón Pura. Buenos Aires. Editorial Sopena
[13] Castilla del Pino C. (1977). Introducción a Propuestas para la Objetivación en Psicopatología. Libro del XIV Congreso Nacional de Neuropsiquiatría, Asociación Española de Neuropsiquiatría, Madrid.
[14] Khun T. S. (1969). La Estructura de las Revoluciones Científicas. F.C.E. México.
[15] Popper, K.R. citado en Lakatos I., Musgrave A.: "La crítica y el desarrollo del conocimiento". Barcelona. Ediciones Grijalbo. 1975. Pág. 150
[16] Khun T. S. Op Cit
[17] Castilla del Pino C. (1977). Introducción a Propuestas para la Objetivación en Psicopatología. Libro del XIV Congreso Nacional de Neuropsiquiatría, Asociación Española de Neuropsiquiatría, Madrid
[18] Marianetti Op cit p. 239
[19] Cabello V. Psiquiatría Forense en el Derecho Penal, Hammurabi, Buenos Aires, 1982, Tomo II.
[20] Ibidem
[21] Ibidem
[22] Bonnet E. Psicopatología y Psiquiatría Forense, López Libreros, Parte Especial, pp 1245-1271
[23] Freud S. Tótem y Tabú, Obras Completas, Amorrortu, BsAs, 1986
[24] Levy Staruss C. Las estructuras elementales de Parentesco. Ed. Ariel. Barcelona, 1989
[25] Freud S. El Malestar de la Cultura. Obras Completas Amorrortu, BsAs. 1986
[26] Peña Guzmán G., El delito de homicidio emocional, Abeledo Perrot, BsAs; 1969. p. 3
[27] Op cit p. 37
[28] Op cit p. 40 (Citado también por Marianetti, op cit)
[29] Op cit p 41 (citado también por Marianetti op cit)
[30] Op cit p. 43
[31] Op cit p. 74
[32] Op Cit Tomo II p. 61ss
[33] Marinetti Op cit p. 136
[34] Op cit p 139
[35] Kuhn T.S. La Estructura de las Revoluciones Científicas. F.C.E. México. 1969
[36] Leimann Patt H.O. Pasos hacia la Epistemología de la Psiquiatría, Tesis Doctoral, 1984, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires. Cap. 4
[37] Cabello Op cit. p. 62
[38] Ibidem
[39] Cabello Op cit p. 66, reproducido por Marianetti Op cit p. 147
[40] Cabello Op.cit p.64
[41] Cabello Op cit p.66
[42] Peña Guzmán Op cit p. 96
[43] Cabello. Op Cit. Pág 59
[44] “Action Oriented Personality” en Cattell R. B. y Meredith, G., M. Teorías psicológicas de la personalidad. Paidós, Buenos Aires, 1976.
[45] Bergeret, J. La personnalité normale et pathologique. Dunod, Paris, 1974
[46] Reacción aguda exógena de Bonhoeffer en Marianetti Op cit p. 262
[47] Marianetti, Op cit p. 155
[48] Bonnet E.F. Op.cit, pág. 1275.
[49] Marianetti, Op cit p. 156
[50] Betta J.C. psicopatología Forense. Editorial Albatros. Buenos Aires,1976. p.87ss
[51] Betta Op cit p. 93
[52] Ibidem
[53] Betta Op cit p. 92
[54] DSM-IV Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales. Masson S.A. Barcelona. 1995.
[55] Kaplan H:I., Sadock B. J., Grebb J.A.: Sinopsis de Psiquiatría, Séptima Edición, Editorial Médica Panamericana, Buenos Aires, 1996. pág. 526
[56] Kaplan Op. Cit. p. 527
[57] Kaplan Op. Cit. p. 527
[58] Kaplan Op. Cit. p. 527
[59] Zivin LS, adn Marsan C. Incidence and prognostic significance of “epileptiform” activity in the EEG of non epileptic patients. Brain, 91: 751-778, 1968.
[60] Marzan C., Zivin LS. Factors Related to the occurence of typical paroxysmal abnormalities in the EEG recordsw of epileptic patients. Epilepsia, 11: 361-381, 1970
[61] Henriquez Trastorno Mental Transitorio y responsabilidad Criminal. P. 71
[62] Ey H., Bernard P., Brisset Ch. Tratado de Psiquiatría. 7ma Ed. Toray Masson, Barcelona, 1975
[63] Ey H., Bernard P., Brisset Ch. Op. Cit. p. 1048
[64] Ey H., Bernard P., Brisset Ch. Op. Cit. p. 1051
[65] Herren R. Freud und Kriminologie. Enke. Stuttgart. 1963
[66] vease Fattah E.A., Szabo D. en Encyclopedie Medico Chyrurgicale, Psychiatrie, 37.906 A-40. 1971